Etiquetas
Amistad, Amor, Costumbres, Desamor, Dios, Indecisión, Timidez
AIMÉE LANDEROS KEHOÉ, México, D.F., 1972.- Aimée vive en el Distrito Federal, la ciudad que tanto ama, con su hijo Santiago Emilio, de siete años. Estudió Ciencias de la Comunicación y es trabajadora independiente es tareas relacionadas con su carrera. Participó de una manera sobresaliente en dos de los tres talleres de expresión literaria de RETOS FEMENINOS. En sus textos logra transmitir con facilidad y buena escritura, sentimientos y emociones que a otros nos es difícil, especialmente cuando se trata de ilusiones o premoniciones. Su crecimiento espiritual y escribir, dice, son la pasión con la cual vive todos los días. Ahora le leemos:
…DONDE QUIERA QUE TÚ ESTÉS
Aimeé Landeros
Estoy aquí, frente a esta hoja en blanco, deseando escribir sobre ti, sobre ese inmenso amor que siento por ti, tontamente guardado exclusivamente para mí.
Aún recuerdo desde el primer día en que te conocí.
–Buenas tardes Alberto, te presento a Ximena, ella es la persona que contratamos para que concrete el proyecto de los nuevos eventos que realizaremos en toda la República.
–Bienvenida Ximena.
En ese momento, sentí cómo una brisa refrescante acarició mi piel al sentir tu mano recibiéndome con la calidez que te caracteriza.
Nuestra amistad se fue dando poco a poco, por alguna razón, siempre que estaba contigo me sentía contenta, protegida, segura para enfrentar a los demás pero insegura de mi misma hacia ti. No me permití aceptar este amor que empezaba a surgir, tú estabas casado, con una vida hecha, con tus hijos ¿Quién era yo para robarles su vida, su tranquilidad, su seguridad?
Además, yo era una mujer en pleno despertar… ¿Yo? 23 años ¿Tú? 35. Nada nos equiparaba en circunstancias, yo tenía la ilusión de conocer al amor de mi vida y hacer lo mismo que tú, formar mi familia y crecer en mi vida profesional ¿y tú? Ya la tenías hecha, no había nada que pudiéramos hacer juntos.
Después, por alguna razón, me convertí en un buen oído para escuchar los problemas que se empezaron a dar más frecuentemente con tu esposa, tanto así que se terminó esa relación y estuve ahí para escuchar lo que tú me querías contar. Sin embargo, ahora estábamos en mayor desigualdad, ahora menos me podía permitir sentir lo que sentía por alguien que no tenía cabeza para volver a pensar en el amor.
Mira que disimulé muy bien lo que sentía, tanto así que tú no te diste cuenta, estuviste buscando amor donde no lo había, Rosa, Anna, entre muchas otras mujeres que ni siquiera sé sus nombres. Una vez más, sufría en silencio al ver que no eras feliz, que sólo se divertían contigo y que lo que buscabas no estaba ahí. Lo único que te pude decir siempre es: ¡Cuídate!
Yo por mi lado, hice lo mismo, recuerdo como nos reíamos juntos de mis tantos fracasos amorosos, el más memorable es Guillermo ¿recuerdas? ¡Cómo te reías de mi! De mis múltiples intentos por no amarlo, sin embargo, yo no sabía que no lo amaba y tampoco sabía que era sólo una muleta para no amarte más.
Después, mis circunstancias cambiaron, conocí a quien que creí era el hombre de mi vida, intenté hacer lo que quería: formar mi familia. Recuerdo todavía en tus ojos una mirada muy especial el día de mi boda, ni siquiera sé cómo describirla. En ese tiempo nos alejamos un poco, convivíamos lo necesario en la oficina, yo realmente quería que mi matrimonio funcionara pero no fue así, de tal manera que ahora tú eras mi oído para escuchar los lamentos por mi ruptura. ¿Cómo da vueltas la vida cierto? Después de mi divorcio ahora si estábamos en igualdad de condiciones emocionales y podría entregarme a ti. Sin embargo, volví a reprimir mi sentimiento, no quería que hablaran de mí por amar a un alto ejecutivo de la empresa donde yo trabajaba, yo necesitaba mi trabajo para poder mantener a mi hijo y el miedo me impidió arriesgarme a gritar a los cuatro vientos lo que sentía por ti.
Después, un error que cometí, me separó de la empresa y por lo tanto de ti, me dolieron muchas cosas que se fueron al perder mi empleo, pero una de las más importantes fue ya no verte cada día. En ese tiempo tú estabas enamorado de otra mujer y no tenías cabeza para nadie más, yo en silencio, le pedí a Dios que cuidara tu corazón, yo sabía que no era una buena mujer para ti, pero callé y esperé.
Cuando ese amor se fue de tu lado, ahí estuve nuevamente, con otra oportunidad enfrente de mí y demostrarte mi amor, pero mi inseguridad hacia ti, se volvió a apoderar de mí. Aún con miedo, ¡te besé por primera vez y me fui al cielo!
No supe cómo darte mi amor, no supe cómo hacértelo saber, sólo te amé y lloré en silencio cuando me dijiste que te ibas del país. En el último beso que te di, me dijiste… ¡qué lástima que no sientes lo mismo que yo siento cuando me besas!
Ahora me dices, después de varios años, que nadie te ha besado de la misma forma como te besé yo. Creo que así se sienten los besos que llevan amor, mucho amor, sin embargo, lo que tu sentías por mi no te alcanzó para pedirme que me fuera contigo.
No sé si conoceré nuevamente el amor, lo que si sé es que sigo velando por ti desde donde estoy y cada día le pido a Dios que te bendiga donde quiera que tú estés.